Historia del cruel experimento nazi que aún hoy salva vidas

Por , el 16 marzo, 2015. Categoría(s): Educación/Opinión ✎ 3

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Acabo de leer un inquietante artículo en Straightdope sobre los trabajos científicos realizados por la medicina nazi, y el dilema ético que supusieron algunos de los descubrimientos realizados tras experimentar con prisioneros en los campos de concentración. Si pensáis en Menguele estáis equivocados, nada de lo que hizo ese monstruo pasó a publicarse en revistas de renombre. Sin embargo algunos otros doctores con menos fama de macabros, realizaron hallazgos con aplicaciones aún hoy en día.

Lo de los médicos alemanes y su atracción por el nacismo es sumamente curioso. Durante el régimen de Hitler, ninguna otra profesión engrosó tanto las filas del partido nacional socialista. Prácticamente el 48% de los titulados alemanes en medicina se unieron al bando fascista. Y hablamos de médicos y científicos con una formación sobresaliente y muy profesionales. De hecho hasta 1939 Alemania había ganado un tercio de todos los premios Nobel en medicina, química y física.

Como os decía, la mayoría de los datos que se obtuvieron en los campos de concentración tendieron a ser horripilantes, nada científicos, y prácticamente inútiles. Sin embargo en un par de ocasiones los experimentos condujeron al descubrimiento de algunas técnicas beneficiosas en sanidad pública, una estaba relacionada con el tratamiento a pacientes intoxicados con gas fosgeno, y la otra tenía que ver con la asistencia a personas que sufrían hipotermia.

Es de este último caso del que os quiero hablar, así como de su protagonista el doctor Sigmund Rascher (a la derecha en la foto que abre el post), médico miembro de las SS que tras unos trabajos previos en reanimación de pilotos de la Luftwaffe que caían abatidos al mar del norte, llegó a Dachau con la intención de avanzar la investigación aprovechando la abundante «disponibilidad» de cobayas humanas.

Rascher no dudó en sumergir desnudos en agua hela a varios reclusos, convenientemente atados para que no pudieran escapar. En ocasiones les enterraba en hielo durante varias horas, mientras iba tomando regularmente muestras de orina y de mucosidad a medida que la temperatura corporal de los pobres prisioneros descendía en picado. De este modo, Rascher obtuvo datos que ningún investigador responsable habría estado en disposición de conseguir, y pudo así desarrollar una técnica contra la hipotermia (que aún a día de hoy salva vidas) llamada calentamiento rápido activo. Por desgracia, para conseguir dicha técnica Rascher mató a 90 personas.

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Los datos de Dachau se publicaron en 1946 en la revista New England Journal of Medicine por mediación de un consejero médico estadounidense que participó en los juicios de Nuremberg. Tras eso, varios investigadores emplearon aquel conocimiento en sus propios trabajos científicos hasta el año 1988, sin levantar demasiada «polvareda». Y si la cosa se detuvo entonces fue por la acción del doctor Robert Pozos (foto superior), de la Universidad de Minnesota y a su vez investigador en hipotermia en su laboratorio. Él fue quien decidió sacar a la luz la sucia forma en que se habían obtenido los datos científicos que muchos investigadores usaban ahora en su provecho, comenzando así un debate público sobre bioética. Su voz de alerta hizo que muchos doctores se apasionasen con el tema, y lo mismo sucedió con varios expertos en ética y supervivientes del Holocausto, todos los cuales participaron en las conferencias que se organizaron tras la denuncia.

¿Y que sucedió? Que el editor de la revista que en 1946 había publicado los resultados del trabajo por el que Rascher asesinó a 90 prosioneros en Dachau, acabó por declarar los datos no utilizables.

¿Es suficiente? Seguramente no, pero me temo que poco más se puede hacer. No obstante sirva este post como homenaje a aquellos pobres inocentes que conocieron la crueldad y la injusticia más absoluta, supuestamente en nombre de la ciencia.

Me enteré leyendo Straightdope.

Hay más información sobre los infames trabajos con prisioneros en Dachau del doctor Rascher en ScrapBookPages (en inglés).



3 Comentarios

  1. Interesante artículo.

    Valdría la pena notar que Paul de Kruif en «Cazadores de microbios» tiene documentados algunos casos donde los científicos utilizaban métodos bastante cuestionables para obtener sus resultados. Cito:

    «[…]aunque no puede decirse que recibieron una avalancha de voluntarios norteamericanos dispuestos a arriesgar su vida […] en cambio hubo gente ignorante recién llegada a Cuba, inmigrantes españoles a quienes venían muy bien los doscientos dólares ofrecidos.[…] cuatro de ellos sufrieron ataques típicos de fiebre amarilla. […] si no hubieran sido inmigrantes ignorantes -poco más que animales- quizás se hubieran aburrido.»

    Paulde Kruif, «Cazadores de Microbios», Editores Mexicanos Unidos, 1a ed. 2013 (ISBN 978-607-14-1145-7), pp. 281, 282.

    Básicamente se aprovecharon de la ignorancia y pobreza de unos inmigrantes para hacer sus experimentos. Desde luego no se compara con los 90 asesinatos, pero la impresión que todo esto me deja (el libro anterior tiene varios casos similares) es que la vida era muy poco valorada y fácilmente se justificaba la muerte de personas por un aparente fin mayor (¿cuántas guerras no se han justificado así?).

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