Delfines y redes de pesca, cortando por lo sano

Por , el 21 abril, 2015. Categoría(s): Educación/Opinión ✎ 1

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En ocasiones nos llegan noticias de actos bárbaros contra los animales, relacionados con las actividades pesqueras. Que si en el Índico siguen cortándose las aletas a los tiburones «en vivo», para arrojar luego a los escualos mutilados al mar condenándolos a una muerte horrible, y todo por un mísero tazón de sopa. Que si los japoneses continúan matando cada año a miles de delfines en Taiji. Todo parece demasiado lejos, demasiado ajeno, pero no amigos. La flota pesquera española es toda una potencia mundial. De hecho somos, detrás de los japoneses, los segundos mayores consumidores mundiales de pescado. ¡Y aquí también pasan auténticas barbaridades!

Un amigo del servicio marítimo de la Guardia Civil, con sede en el puerto de Gijón, me contó ayer que hace unos días encontraron flotando a una milla de la costa de Cadavedo (a medio camino entre Cudillero y Luarca) el cadáver de un delfín mular (Tursiops truncatus) al que le faltaba la cola. Como siempre cuando suceden estos avistamientos, avisaron al CEPESMA, que fue a quien entregaron el cuerpo del cetáceo para su necropsia. Ayer mismo mantuve una conversación telefónica con Luis Laria, resonsable de esta institución en Luarca y un gran entendido de la mar. Me había sorprendido sobremanera el misterioso hallazgo amputado de uno de estos hermosos animales, de quienes se dice que son los seres más inteligentes del planeta, si exceptuamos a los hombres… o al menos a algunos hombres.

La conversación con Luis fue una de esas que te devuelve de golpe el pesimismo sobre nuestro futuro como especie. «El delfín es una hembra preñada, y la necropsia indica que la cola le ha sido amputada con un filo cortante, si bien cuando se produjo el corte el animal ya había muerto». Luis me explica que lo sabe porque el cadáver retenía sangre coagulada, lo cual indicaba en efecto que cuando se le cortó la cola, este ya había muerto y por tanto la circulación se había detenido.

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Le pregunto ¿por qué?

La respuesta es sencilla y a la vez dramática. «Las artes de pesca cuestan dinero, cuando un delfín se enreda en las mallas de un pesquero, para liberarlo solo se pueden hacer dos cosas: o cortar la red, o cortar al delfín«. Mi amigo del servicio marítimo, habituado a hacer controles durante su faena, me confirma que es habitual ver machetes en los barcos pesqueros.

«Pero bueno Luis, entonces, ¿te has encontrado con delfines amputados en vivo durante alguna necropsia?» le pregunto.

De nuevo no puede darme buenas noticias. «En efecto, al menos en cuatro ocasiones que yo recuerde, el cadáver del delfín que llegó a nuestras instalaciones no había retenido nada de sangre, por lo que la muerte llegó por exanguinación tras la amputación de la aleta caudal».

Lo confieso, amo a los delfines desde siempre. No se si la culpa la tienen aquellas viejas películas sobre Flipper, o si la tienen las leyendas que cuentan los marinos de todo el mundo, y que hablan de ocasiones en las que estos cetéceos curiosos y juguetones salvaron la vida de naúfragos, ayudándoles a llegar a la costa o defendiéndoles del asedio de los tiburones. Está claro que en este mundo de hoy, muchos hombres de la mar ven al delfín únicamente como un competidor, como un problema cuya solución pasa simplemente por «cortar por lo sano».

Y eso sucede en Asturias, España, Europa. El mundo civilizado vamos…

PD. Muchas gracias a los operarios del servicio marítimo de la guardia civil por la historia y las fotos. Me consta que a ellos también se les partió el corazón con esta historia.



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