El deseo de librarnos de la dichosa dependencia del petróleo ha provocado todo tipo de investigaciones en combustibles, pero el viejo oro negro sigue siendo imprescindible para hacer plástico. A no ser que lo que proponen unos científicos japoneses de la Universidad de Tokyo tenga éxito. El equipo, dirigido por Takuzo Aida, ha mezclado unos pocos gramos de arcilla con 100 gramos de agua en presencia de minúsculas cantidades de un agente espesante llamado poliacrilato de sodio y de un «pegamento molecular» orgánico. El agente espesante hace que la arcilla se desenmarañe formando finas láminas, incrementando su área superficial y permitiendo que el pegamento obtenga un mejor sustento.

Esto hace que, a pesar de que la mezcla se compone en 98% de agua, forme un hidrogel transparente y elástico con una resistencia mecánica lo bastante fuerte como para hacer un puente autosustentable de 3,5 centímetros de largo (véase foto). La resistencia del material depende de la suma de fuerzas que actúan entre las moléculas de las nanoláminas de arcilla y el pegamento. Estas fuerzas llamadas supramoleculares (tales como las de los enlaces de hidrógeno) también ayudan a atrapar las moléculas de agua entre las láminas de arcilla.

Lo bueno es que la elaboración del gel no necesita de procesos complicados. De hecho se forma en 3 minutos y la química es muy sencilla, lo cual ha sorprendido a algunos especialistas como Craig Hawker de la Universidad de California en Santa Bárbara, que además alaba las excepcionales propiedades físicas del material.

Otros científicos como Jian Ping Gong de la Universidad de Hokkaido, por el contrario, creen que la fuerza mecánica de este hidrogel queda muy lejos de lo que puede hacerse con plásticos y geles con enlace químico cruzado. Aida ha contestado que para reforzar el gel basta con incrementar las cantidades de arcilla, poliacrilato de sodio y pegamento. El único contratiempo al hacer esto, es que el gel perdería su transparencia.

Referencia en prensa científica: Nature

Lo vi en una anotación de Colin Barras en el blog de New Scientist.