Ya os había hablado de los estragos de la peste en la edad media, y de los grandes cementerios que hubo que improvisar en lugares como la Isla de Lazzaretto Vecchio, en la italiana laguna de Venecia.

Hojeando esta tarde la edición inglesa de National Geographic he llegado a esta curiosa fotografía del primer vampiro encontrado en ese mismo lugar. La explicación de por qué a esta mujer (en efecto es vampira, no vampiro) le introdujeron ese ladrillo en la boca es fascinante.

Según explica Matteo Borrini, arqueólogo forense de la Universidad de Florencia, la descomposición de los estómagos de los cadáveres, produce que en ocasiones aflore un líquido purgante por la boca o nariz del cadáver. Este líquido, que recuerda en su consistencia y color a la sangre, empapaba en ocasiones la mortaja que cubría a los cadáveres haciendo que el tejido se curvase por el peso hacia el interior de la boca.

Los enterradores, que tenían que introducirse en las catacumbas con gran frecuencia debido al ritmo de las muertes, no tenían conocimiento alguno de ciencia forense, y desconocían los procesos de la putrefacción, pero eran tremendamente supersticiosos.

Las leyendas de vampiros estaban en auge durante la edad media, y a ellos (y no a las pulgas de las ratas) se les achacaba la plaga mortal de la peste. Cuando descubrían uno de estos cadáveres con la zona de la boca de la mortaja empapada en «sangre», culpaban al “no-muerto” de intentar devorar la mortaja para escapar de su prisión. Para evitar ese terrible hecho bastaba con impeditar a la criatura maldita, para que no siguiera mordiendo la mortaja ¿adivináis cómo? En efecto, introduciéndole un ladrillo en la boca.

Me pregunto si al final no tendrán que hacer algo parecido los antiguos magnates de la especulación inmobiliaria.