Una mirada rápida a la foto y enseguida se da cuenta uno de que se trata de un potro de tortura. ¿A quién se le ocurre unir una cinta de gimnasio a una mesa de oficina? Pues a unos científicos que tratan de hacer adelgazar a los oficinistas obesos. Al fin y al cabo, si el currante no va al gimnasio porque está en la oficina, ¿por qué no llevarle el fitness centre al puesto de trabajo?

Obviamente no se trata de que el “gordito” trabaje las ocho horas de su jornada en semejante engendro, basta con que la use tres horas al día. El artilugio, más propio de la mente de un inquisidor que de la de un científico, es obra de la Clínica Mayo de Minnesota – EE.UU.- y los que lo usan pierden 191 calorías a la hora en lugar de las 72 que se queman mientras permaneces sentado en tu mesa de oficina jugando al solitario.

Las oficinistas entraditas en kilos pero coquetas podrán configurar el «instrumento camina o revienta mientras curras” añadiendo sus toques personales: un jarroncito, un adminículo porta-tazas, bandejitas de colores para los folios, etc… pero lo que no podrán es esconder las risitas de los insidiosos compañeros de oficina que les observan mientras intentan escribir un informe o enviar un e-mail caminando sin moverse del puesto de trabajo. Bueno, al menos tiene ruedas, así que este efecto se podría minimizar colocándolo en lugares discretos, lejos de miradas malévolas.

Pero bueno, todo sea por esos 20 o 30 kilos al año de pérdida de peso que se pueden conseguir empleando 3 horas al día este extraño artefacto. ¿El precio? Unos 1.500 Euros, otra razón por la no creo que lo veamos jamás en el entorno de trabajo, al menos mientras no instalen duchas y vestuarios.

Visto en Get slim on the office treadmill