El hombre que aprendió las normas de su deporte el día que ganó los juegos olímpicos

Por , el 8 agosto, 2016. Categoría(s): Curiosidades ✎ 2

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Estamos en plenos juegos olímpicos, así no he podido resistirme a tocar el tema aunque desde un punto de vista completamente inusual: el histórico. Retrotraigámonos a los primeros juegos olímpicos de la historia moderna, es decir a Atenas 1896. La idea de una competición multideportiva internacional estaba tan en pañales que no existían comités organizadores en las pocas naciones que se animaron a participar. Bastaba con que un atleta se trasladase hasta la ciudad que organizaba el evento, presentase su pasaporte y se inscribiese, para estar dentro. Algunos de hecho, ni siquiera tenían claras las especificaciones del deporte en el que se inscribían, que fue lo que le pasó a nuestro protagonista del día, el estadounidense Robert Garrett.

A este buen hombre (véase foto superior) le seducía participar en la competicón de lanzamiento de disco, aunque no tenía ni idea de cómo debía ser el artilugio en cuestión. Lejos de desanimarse, se presentó a un herrero local con un libro basado en antiguos manuscritos griegos para que le fabricase un buen disco con el que entrenar. Así fue como aquel herrero le fabricó un “pedazo” de disco de 30 centímetros de diámetro y 14 kilos de peso. Con aquel “momotreto inlanzable” Garret entrenó en su hogar antes de partir para Atenas.

Podemos imaginar la cara de sorpresa cuando el yanki llegó a la antigua cuna del olimpismo y se encontró a unos atletas griegos practicando el lanzamiento con el disco homologado. Ver aquel ligero artilugio debió de devolverle a la realidad de golpe, imaginamos que arrepintiéndose de su brillante idea de visitar a un herrero. En fin, sea como sea, Garrett se apuntó a la competición y aprendió la técnica del giro sobre la marcha. ¡Ya que estaba allí, por qué no intentarlo!

Los dos primeros lanzamientos fueron un desastre. El disco acabó boca abajo a corta distancia de Garrett y en la dirección equivocada, de hecho una de las veces estuvo a punto de golpear al público. Sin embargo con el tercer y último lanzamiento sucedió lo impensable. Acostumbrado a entrenar con una mole de 14 kilos, el disco homologado (que sólo pesa dos kilos) debió parecerle un frisbee de playa cuando salió disparado – esta vez si – en la dirección correcta. ¿Resultado? Garrett ganó la competición.

Años más tarde, otro de los atletas estadounidenses participantes en aquellos juegos recordó esta victoria inesperada afirmando: “creo que nadie se sorprendió más con aquel lanzamiento que el propio Robert Garrett”.

En fin. ¡Aquellos si que eran tiempos interesantes para el deporte!

Me enteré leyendo un divertidísimo artículo en Presurfer que recoge 10 historias extraordinarimente raras de aquellas primeras olimpiadas de finales del siglo XIX.



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