William Hope, el timador que engañó a Conan Doyle

Por , el 21 octubre, 2014. Categoría(s): Curiosidades ✎ 2

De todos es conocida la pasión de los británicos por los fantasmas. Cualquier pueblecito, por pequeño que sea, debe contar con alguna mansión encantada en los alrededores cuyas historias aterrorizan a los chiquillos y hacen las delicias de las abuelas. De hecho, estoy por apostar que existe alguna especie de ley no escrita, que obliga a toda «village» deseosa de entrar en las guías de viajes, a contar con al menos una «centenary tavern» y una «enchanted mansion» entre sus lindes. Y es que la cosa no es de ahora, el amor por los espíritus viene de larga tradición, palabra esta última que también adoran los súbditos de su majestad Isabel II.

Con estos mimbres, no me ha sorprendido nada enterarme de la fulgurante carrera que a comienzos del siglo XX tuvo un carpintero llamado William Hope. Se ve que el noble oficio de la ebanistería no le aportaba al pobre William demasiados chelines, así que se tuvo que buscar la vida para ganarse los cuartos de otro modo. A su alrededor, veía gente que lloraba a sus muertos, familias enteras desesperadas por una señal sobrenatural proveniente de sus difuntos que les dijera: «tranquilos, estoy en paz, he visto la luz». Y claro, ante semejante nicho de mercado inexplorado, no es raro que el antiguo carpintero se decidiera, a cambio de una módica cantidad de libras esterlinas, a facilitar a las familias pruebas fotográficas de que sus parientes estaban «fine, thanks» allá en el más allá.

En 1905, la carrera del autoproclamado «fotógrafo de espíritus» estaba en su punto álgido. El truco era sencillo, pedía a los familiares una imagen del muerto con la excusa de poder contactar con él. Más tarde le hacía un retrato al familiar que quería ponerse en contacto con el difunto y empleaba el viejo truco (por aquel entonces novedosos) de la doble exposición, para hacer aparecer a ambos en el mismo negativo.

Supongo que el hombre haría luego un poco de teatro, preparando una especie de sesión de «ouija» en compañía de la familia del difunto, durante la cual Hope hablaría con el muerto, resolvería temas de testamentos inconclusos, pronunciaría despedidas no dichas, etc. Para rematar el acto, el punto fuerte era la presentación de la foto del difunto entre aquellos vivos que lo amaron. Siendo los británicos tan creyentes en estas cosas sobrenaturales, el negocio era imparable.

Tanto era así que el propio Sir Arthur Conan Doyle (creador del personaje paradigma del escepticismo: Sherlock Holmes), era un fan convencido del trabajo de William Hope, cuyas imágenes inspiraron por cierto su obra The Case for Spirit Photography, hoy una rara pieza para todos los coleccionistas de artículos «místicos». Y es que para desgracia de Doyle, una vez que en 1922 se demostró que el trabajo de William Hope era un fraude, el conocido escritor (y espiritista) se vio obligado a retirar del mercado un libro en el que, como podéis imaginar, defendía ardientemente que la conexión con los espíritus era posible a través de la fotografía.

Las fotos de Hope que ilustran este post son solo dos entre muchas, os recomiendo que veáis la galería que han preparado en Dangerous Minds.



2 Comentarios

  1. Durante toda la historia de la humanidad han existido muchos fraudes de este tipo para conseguir dinero, influencia y poder. Si se revisa la historia se pueden detectar mychas grandes personalidades que consciente o inconscientemente, creyendo o no en ello, han conseguido muchas cosas por fraudes así.

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