La fascinante historia de la mujer adicta a su implante cerebral

Por , el 5 junio, 2014. Categoría(s): Curiosidades ✎ 4

Acabo de leer en io9.com un viejo artículo (publicado en 2009) sobre el extraño caso de una mujer adicta a su implante cerebral.

Sucedió en 1986, una mujer cuya identidad se preserva, se somete a una intervención en la que se le implanta un dispositivo en el tálamo cerebral que libera corrientes eléctricas. Con ello pretenden curar sus dolores crónicos, los cuales vienen aquejándola durante más de una década a causa de una lesión.

Como siempre en los trabajos científicos, poco o nada trasciende de la identidad del sujeto, pero sí sabemos que antes del implante, los médicos intentaron combatir sus dolores sin éxito con todo tipo de fármacos, incluídos los opíaceos (a pesar de que el historial de la paciente mostraba episodios de alcoholismo y adicción a las drogas). Obviamente aquello fue una mala idea, porque nuestra protagonista se suministraba dosis que superaban ampliamente lo recomendado. De ahí que finalmente, ante semejante historial de adicciones, se decidiesen a probar con ella el estimulador talámico.

¿Quién les iba a decir a los doctores que aquello terminaría por crear una nueva adicción? En efecto, la paciente descubrió pronto un efecto secundario del implante de lo más inesperado: provocaba sensaciones eróticas. La respuesta placentera se intensificaba cuando se producía una estimulación continua al 75% de amplitud, seguida frecuentemente de cortas explosiones al 100% de amplitud.

Si estáis interesados científicamente en su historia, os recomiendo que leáis el artículo sobre su caso que se publicó en la revista «Pain» (Dolor) con el siguiente título: Auto-estimulación talámica compulsiva: un caso con correlaciones metabólicas, electrofisiológicas y conductuales. Para los que no queráis hacerlo aquí va un breve resumen.

«Aunque la excitación sexual era notable, la paciente no alcanzaba orgasmos con estos breves aumentos en la intensidad de la estimulación. A pesar de varios episodios de taquicardia auricular paroxística [perturbación cardíaca] y del desarrollo de síntomas adversos tanto de comportamiento como neurológicos durante la estimulación máxima, la paciente desarrolló un uso compulsivo del estimulador.

En su forma más frecuente, la paciente se auto-estimulaba durante todo el día, descuidando su higiene personal y los compromisos familiares. Desarrolló una ulceración crónica en la punta del dedo que utilizaba para ajustar el dial de la amplitud y manipulaba con frecuencia el dispositivo en un esfuerzo por aumentar la amplitud de la estimulación. A veces, imploraba que limitasen su acceso al estimulador, pero en cada ocasión exigía su devolución después de una breve pausa. Durante los dos últimos años, el uso compulsivo del estimulador se asoció con frecuentes ataques de ansiedad, despersonalización, períodos de polidipsia psicogénica e inactividad casi total.»

¡Menudo cuadro verdad! Todo este asunto la verdad me ha recordado a la genialidad del gran Woody Allen, quien en su comedia de 1973 «El dormilón describe un dispositivo electromecánico futurista llamado orgasmatrón, con el que sin dudas – caso de existir – muchos encontrarían su ruina.

Y es que en el fondo, no somos mucho mejores que las ratas. Lo digo haciendo referencia al famoso experimento de 1953, en el que Peter Milner y James Olds implantaron electrodos en el cerebro de unos roedores de laboratorio, con los que intentaban estimular el tronco del encéfalo. Algo salió mal con un animal, y la zona estimulada fue la llamada septum pelucidum (el así llamado «circuito del placer»). Cuando la rata pulsaba una palanca, estimulaba varios puntos del circuito mesocorticolímbico del placer, lo cual la llevó a pasarse el día pegada a la palanquita, olvidándose incluso de la palanca que le aportaba alimento. Aquella, y otras ratas que la siguieron, llegaron a autoestimularse hasta 2000 veces por hora, a veces durante un día completo, lo cual las llevaba a la extenuación. Para evitar que murieran de inanición, los científicos tenían que desconectarlas regularmente del aparato.

Tras repasar todos estos experimentos fallidos lo cierto es que he llegado a una conclusión. Si algún día inventan un implante sexual que suministre orgasmos y vívidas experiencias sexuales irreales a demanda, por favor no cuenten conmigo.

Me enteré leyendo io9.com



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