El científico rebelde – Freeman Dyson

Por , el 26 mayo, 2009. Categoría(s): Libros ✎ 9

Reconozco que este es el primer libro de Freeman Dyson que leo, y que a este buen hombre le tenía ganas. Ganas de leerle, se entiende. El caso es que uno oye y lee cosas sobre el autor (sus posturas ante el calentamiento global o la religión, por ejemplo) que le dejan a uno preocupado y con la mosca detrás de la oreja. Pero al mismo tiempo, uno que además es aficionado a la ciencia ficción, se confiesa amante de ideas absurdas y megalomaníacas como la mítica esfera de Dyson. Entonces ¿con qué Dyson me iba a encontrar en el libro? Me temo que con ambos.

La razón es que este El Científico Rebelde no es un libro como tal, sino una colección de reseñas sobre otros libros, que el autor fue publicando principalmente en el The New York Review of Books; aunque también se compilan varios prólogos que Dyson ha escrito para los libros de otros autores, amén de tres capítulos especialmente inspiradores de su conocido libro Weapons and Hope. Estos tres capítulos, que dieron origen a dos posts (I y II) en este blog, son en mi opinión los más descriptivos de la verdadera personalidad del sabio profesor, puesto que en ellos Dyson pierde el corset de la temática inducida que aparece en el resto de apartados. En su Weapons, Dyson desgrana sus conocimientos reales sobre la guerra, y es que aunque el gobierno británico no permitió que sus científicos combatieran en primera línea de fuego durante la Segunda Guerra Mundial, de un modo u otro todos colaboraron en la contienda. En el caso de Dyson por ejemplo, el físico tomó parte activa desde los departamentos de intendencia a los bombarderos de la RAF. Aquí se forjaría la naturaleza pacifista que inunda su obra.

Todos y cada uno de los 29 apartados en que se compone el libro merecen la pena, unos por sus enseñanzas sobre científicos de los que no se habla tanto como merece (este es el caso de Thomas Gold, glosado en el capítulo 3 – Un hereje moderno) y otros para descubrir que, aunque las ideas y conclusiones del autor se alejen de las propias, sus alegaciones son expresadas con pericia y dominio. Leyendo a Dyson, aunque se esté en total desacuerdo con lo que escriba, uno termina admirando el estilo directo propio de un maestro de la comunicación. Este ha sido el caso de sus posiciones contrarias al calentamiento global (capítulo 5 ¡Qué mundo este!). Dyson defiende sus posiciones relatando sus conocimientos sobre los cuatro depósitos planetarios de CO2 (atmósfera, océano, mantillo y combustibles fósiles) y el modo en que unos y otros interactúan compensando sus desajustes.

El autor explica en este apartado, que cuando el CO2 aumenta su volumen en la atmósfera, disminuye la superficie de las hojas que las plantan desarrollan para atraparlo, lo cual revierte en un crecimiento de las raíces. Esto implica que cuando las plantas mueren, el CO2 de las raíces queda atrapado en el mantillo, equilibrando “a la baja” el depósito atmosférico. El inglés, que claramente desconfía del alarmismo mediático y científicos sobre el calentamiento global, prefiere simplemente hablar de un cambio climático.

En algunos capítulos Dyson se esfuerza por mantenerse equidistante entre el halago y la prudencia, como sucede en su crítica contra las memorias del siempre polémico Edward Teller, con quien es en mi opinión, demasiado blando. Pero generalmente, las críticas son halagadoras, la prosa clara y amena, y la exposición personal y brillante.

Mientras van cayendo las diferentes reseñas, uno va encontrando por el camino puntos de unión con el inglés, como su escepticismo frente a la teoría de cuerdas, su agradecimiento al papel de los aficionados en la difusión de la ciencia. Su enorme admiración por Rutherford y Feynman, y esa fantasía visionaria a la que hacía referencia a principio del artículo, que aparece de pronto en el delicioso capítulo 24 llamado El mundo, el demonio y la carne.

Pero ¡ay!, toda rosa tiene su espina, y llegan los últimos capítulos. En ellos Freeman Dyson deja patente su opinión respecto a la religión. La misma que le ha hecho recibir el “Premio para el progreso de la Religión” otorgado por la Fundación Templeton. Sus ideas al respecto de la idoneidad de enseñar religión en la escuela pública por ejemplo, son bastante reveladoras. Dyson se queja amargamente de que en las escuelas de los Estados Unidos no se siga el ejemplo de su isla de nacimiento.

Pese a todo, yo sabía de la defensa de la herencia cristiana en la personalidad de occidente que Dyson siempre ha sostenido. Pero con lo que no contaba era con sus dudas al respecto de la veracidad de la telepatía. Dyson no defiende abiertamente su existencia en ningún momento (de hecho en su juventud realizó experimentos estadísticos con barajas que resultaron poco o nada esclarecedores), pero confiesa que cuenta con «inteligentes» antepasados videntes en su familia, y cree que los fenómenos paranormales podrían ser algo real (aunque irreproducible en laboratorio) bajo ciertas circunstancias especiales y traumáticas. De no ser por la prudencia con la que sabe cubrirse, habría cerrado el libro en ese capítulo (el 27, Uno entre un millón).

Como digo, sus opiniones en los últimos capítulos del libro supusieron el mayor punto de fricción entre quien esto escribe y el sabio nacionalizado estadounidense, pero al menos debo agradecerle el poco o nada beligerante estilo “evangélico” (aunque llega a llamar «payasos» a un par de científicos conocidos por su ateismo) y la riqueza de las anécdotas personales que va desglosando a lo largo de todo el libro y con las que refuerza sus opiniones. ¿El resultado? Un libro completamente heterogéneo en el que en múltitud de ocasiones al lector no le queda otro remedio que loar el sentido común del autor, jalonado con otros escasos momentos en los que apetece echarle a los perros. Con tanta ambiguedad amor-odio, al final uno termina pensando que, el verdadero científico rebelde es el propio Dyson. Si te deja indiferente… o sufres de indecisión, o eres un personaje tan complejo como el autor.

¿El veredicto? Como decía, los momentos en los que vence la impresión positiva son mucho más numerosos que los encontronazos puntuales, lo cual – en mi opinión – hace que el 90% del libro sea de lo más recomendable. Eso si, preparaos para las notas discordantes. ¡Luego no digáis que no os avisé!



9 Comentarios

  1. «o eres un personaje tan complejo como el autor»

    si tengo tiempo de leermelo, lo haré y seguramente si me deja indiferente sea por esa frase que cito…

  2. Hola:

    Ayer terminé de leer el libro y concuerdo con tu crítica.

    Encontré excelente al autor como divulgador científico: me motivo a investigar varios temas relacionados con la ciencia y me proporcionó mucho material para «pensar». Sin embargo, los últimos capítulos no me gustaron mucho. Me cuesta mucho imaginarme a este gran científico como cristiano.

    Saludos.

    Bayo

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Por maikelnai, publicado el 26 mayo, 2009
Categoría(s): Libros