Historia del cura que hacía pantalones para ranas

Por , el 17 julio, 2013. Categoría(s): Ciencia ✎ 5

rana con calzoncillos

Reconozco que cuando crecí y entendí el misterio de la reproducción sexual (o lo que es lo mismo, cómo entra en contacto la semillita del macho con la de la hembra), me pregunté cómo se habría dado cuenta el primer humano, siendo la cosa tan complicada…

Saber que el sexo estaba relacionado con la reproducción, seguro que fue cosa de cuatro días. La gente se daría cuenta en seguida de que tras los acaloramientos, los empujones, el frenesí y las descargas, venían bebés. ¿Pero cómo saber qué parte del divertido proceso era la clave germinal?

Bien, la respuesta «científica» nos la dio un cura, lo cual no deja de tener su gracia. Pero antes de que empecéis a pensar que el párroco aquel era un hombre de vida disoluta, debo especificar que para tal descubrimiento empleó ranas, y no su propia experiencia.

Esta tarde, navegando por la red, me encontré con la foto que ilustra este post, una rana del todo veraniega. Inmediatamente me acordé de aquel cura, llamado Lazzaro Spallanzani, italiano él, y hombre de curiosidad que pasó a la historia por su experimento.

Corría la década de 1760, y el bueno de Spallanzani descubrió el propósito del sexo realizando ropajes de tafetán, con los que vestía a ejemplares machos de ranas. Imaginamos que aquellos pantalones debían de dar un calor espantoso, pero las ranas machos hacían lo que podían con ellos puestos.

Cuando Spallanzani dejaba a sus machos «vestidos» en compañía de apetitosas hembras, los pobres las montaban y se frotaban con mucho ahínco, pero con escasos frutos reproductivos. Las hembras, ponían huevos sí, pero de aquellos no salían jamás renacuajos.

Solo cuando los machos actuaban «despelotados», los huevos se fertilizaban. El sentido común del buen párroco determinó que el semen de los machos era condición «sine qua non» para que los renacuajos vieran la luz.

Ahora nos puede parecer un experimento ridículo, pero cabe recordar que en aquella época se creía aún en tonterías como la generación espontánea, o lo que es lo mismo, que de la materia inanimada podían surgir seres vivos.

Con permiso de los antiguos egipcios y romanos, que ya usaban vegijas de animal como «forro protector» (aunque seguramente sin comprender muy bien su mecánica) podemos afirmar que sin proponérselo, el buen párroco italiano había descubierto el principio del anticonceptivo, lo cual puede dar lugar a tal cantidad de chistes que prefiero dejarlo aquí ya que como sabéis lo que vino después es historia.



5 Comentarios

  1. ¡Qué curioso!
    ¡Ay que ver cuánto ha avanzado la ciencia!, menos mal que ahora el «forro protector» es de alta sensibilidad.
    En mi caso lo comparo al vino sin alcohol, digan lo que digan, no sabe igual.

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