Tomlinson y Cooper, ingenio que salva vidas

Por , el 23 octubre, 2009. Categoría(s): Educación/Opinión ✎ 24

Cuando en la década de los 60, el famoso humorista estadounidense Mel Brooks ideó la serie para televisión «Super Agente 86» (una parodia de las taquilleras películas de James Bond) dotó a su protagonista Maxwell Smart – interpretado por Don Adams – de todo un conjunto de gadgets hilarantes entre los que destacaba el zapatófono. Nada fascinaba tanto entonces al aficionado al género de espionaje como la tecnología de comunicación inalámbrica. Esclavos como eran nuestros padres de los cables de conexión telefónica, los niños nacidos en los 70 imaginábamos un futuro de libertad en el que el teléfono viajase con nosotros a todas partes, ya fuese en el bolsillo o disimulado en la suela del zapato; y mientras esperábamos el milagro tecnológico que hiciera realidad nuestros deseos, nos conformábamos con los Walkie-Talkies.

Mi padre cuenta orgulloso que a mediados de 1966, su empresa fue la primera PYME avilesina en contar con un Telex. Aún recuerdo las estrechas serpentinas perforadas brotando de aquella ruidosa máquina, era un avance impensable. Cuando le veía sentado a la máquina intercambiando información en tiempo real con alguien en Hamburgo, sentía una fascinación por aquella tecnología muy próxima a la de la magia (tal y como sostiene la tercera ley de Clarke). Vivíamos entonces en un mundo sin fax, fotocopiadoras, ni por supuesto ordenadores o Internet. Nuestra única esperanza para un intercambio «rápido» de documentos con un cliente internacional, recaía en los funcionarios de correos. Y sin embargo ahora, llevamos varias décadas empleando teléfonos móviles, e intercambiando instantáneamente documentos de todo tipo con nuestros clientes en Shri Lanka.

La World Wide Web nació a comienzos de la década de 1990 de la mano de Tim Berners-Lee, por entonces trabajando en el CERN (y galardonado en 1997 con el Premio Príncipe de Asturias) pero poca gente sabe que mucho, mucho tiempo antes del nacimiento de la web, hubo un ingeniero formado en el MIT llamado Ray Tomlinson, que en el seno de ARPANET – red militar estadounidense considerada la precursora de nuestra actual Internet – inventó un programa llamado SNDMSG (acrónimo de “send message”) para el envío de mensajes escritos entre los diferentes nodos conectados a la red.

En 1971, a Tomlinson se le ocurrió que un buen modo de enlazar el nombre del usuario con el de la máquina a través de la cual se conectaba a la red, era usar el carácter arroba «@» ya que todos los teclados la incluían, aunque no se usaba para nada. El primer e-mail que el mundo ha visto se lo envió Tomlinson a si mismo (usando dos ordenadores diferentes); al parecer su histórico texto vino a ser un típico: «1, 2, 3 probando». Con este simple mensaje nació el formato actual de correo electrónico que emplean miles de millones de usuarios en todo el planeta. Muchos nos preguntamos qué habría pasado si Tomlinson hubiera patentado su desarrollo, pero el bueno de Ray no quiso hacerlo porque – craso error – no le pareció que su invento fuera a tener un uso masivo. A día de hoy afirma que le basta el reconocimiento que el mundo le ha dado a posteriori, y eso le honra.

Lo de Martin Cooper, el inventor del teléfono móvil y antiguo trabajador de Motorola, ocurrió casi al mismo tiempo. En 1972 Cooper tenía preparado el primer prototipo de teléfono móvil, al que llamaban jocosamente «el ladrillo» por sus 800 gramos de peso; sin duda no tan «elegante» como el zapatófono de Don Adams pero igual de efectivo. Cooper cuenta que la primera llamada que hizo con aquel aparato fue para el directivo de ATT (la operadora telefónica más importante de los Estados Unidos, que ejercía entonces casi un monopolio) que gestionaba el programa móvil de la poderosa compañía. La llamada triunfante de Cooper fue un simple: «Hola Joel, te llamo desde un celular». Al otro lado… el silencio. Cooper es hoy en día un simpático octogenario que se resiste a abandonar el mundo laboral y que aún conserva en su casa varios de aquellos ladrillos. Sin duda, sacaría un buen dinero en e-bay si se decidiera a subastarlos.

En mi opinión si algo diferencia a los Premio Nobel de los Príncipes de Asturias (más allá de los 80 años de historia a favor de los primeros, y la diversidad de categorías) es la inmediatez de los premios patrios y el innegable tono social que conllevan. El jurado de los Príncipe no espera a que los premiados sean honorable ancianos, retirados hace años, a la espera de un postrer reconocimiento. Están más ligados a la actualidad lo cual a veces provoca errores casi tan graves como el que este año ha cometido el Comité noruego del Nobel de la Paz con Obama. A pesar de todo, casi todos los años estoy bastante de acuerdo con las decisiones del jurado en la categoría de investigación técnica (el Nobel de los ingenieros como dicen algunos), aunque en especial este año – como en 1997 – estoy plenamente satisfecho con el perfil de los premiados.

Y ahora permítanme una reflexión. Se supone que un premio Nobel de Medicina pasa a la historia por un hallazgo que implica un gran avance a la hora de salvar vidas ¿verdad? Bien, pues aquí tenemos a dos técnicos que seguramente hayan contribuido a salvar más vidas que las que se desprenden del trabajo de muchos laureados en fisiología en Estocolmo. Piénsenlo, no solo por lo obvio, los usuarios pueden comunicarse con los servicios de emergencia desde casi cualquier punto gracias al teléfono móvil. El e-mail ha ayudado también enormemente a la difusión de información – textos o imágenes – en países cuyas autoridades locales están poco comprometidas con los derechos humanos. Sin ir más lejos Twitter, una de las evoluciones del correo electrónico (si se me permite definirlo así) ha ayudado a que los estudiantes iraníes le contaran al mundo la opresión a la que son sometidos por aquel régimen islamista, y muchas cadenas de correo electrónico lanzadas por iniciativa de asociaciones como Amnistía Internacional, han logrado hacer recapacitar a gobiernos fanáticos sobre el funesto destino de humanos injustamente apresados.

Y sin embargo, el esfuerzo y talento de Tomlinson y Cooper no casaría en ninguna categoría de Nobel, así que es importante saber que si el mundo hoy en día es más pequeño y más seguro gracias al ingenio de ambos, en España nos hemos tomado la molestia de reconocerlo, honrándoles con el Premio Príncipe de Asturias en Investigación Científica y Técnica 2009.

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Escribí este artículo para la edición impresa del especial Premios Príncipe 2009 del Comercio Digital.



24 Comentarios

    1. Se agradece Cabezón. Estoy muy orgulloso de que desde el periódico me propusieran este trabajo (gracias Marcelino). Es una pena que no podáis ver la edición impresa, mi artículo ocupa media página y compartiendo texto ni más ni menos que con Don Manuel Toharia, ahí es nada…

      Sin duda uno de los trabajos que más ilusión me ha hecho, dado además el respeto que en Asturias sentimos por estos premios. Guardaré este suplemento del Comercio con mucho cariño por razones obvias. 😉

  1. Sin duda, es tos dos caballeros se merecen el reconocimiento que se les da. El mundo sería muy diferente de como lo conocemos sin sus contribuciones.

    Gracias, Miguel, por compartir este estupendo artículo con todos nosotros.

    Saludos.

  2. Y como predecesor de los móviles, el zatapófono del Agente 86 (¡y no olvides el de Mortadelo y Filemón!) tenía dos inconvenientes: olía a «queso» y te quedabas con el calcetín al aire… ¡como tuvieras un roto, todo el mundo se enteraba!. De nuevo me remito a M&F, ¡la de veces que se vieron en esos y otros problemas por usar el aparatito! Eso fue antes de que el Súper les diera un móvil a cada uno

  3. Felicidades por el articulo Miguel.

    Vaya, compartimos mas cosas de las que pensaba. En mi casa teniamos un Telex que mi padre usaba para comunicarse con la fabrica de Portugal a la que representaba. Para tenerlo recuerdo que nos hicieron un boquete en el jardin y lo rellenaron con carb’on activo para que hiciera de toma de tierra. No me imagino algo asi para que te pongan el ADSL.

  4. La OMS ha definido como los mayores peligros para la salud humana, la ignorancia y la estupidez – no sé en que orden- muy por delante de la guerra, que sin duda perjudica mucho la salud de quienes la sufren. Así que la mejor medicina alternativa, son para mi la educación, la formación y la comunicación, muy por delante de la «medicinas alternativas»
    ¡Salud os!

  5. Estoy de acuerdo con lo de los posibles errores que causa la inmediatez en la entrega de premios, pero a veces es preferible eso a ver a científicos e investigadores que a pesar de haber conseguido un importante avance para el ser humano se hacen ancianos antes de que se les reconozca por su labor.
    Yo hago dos diferenciaciones, una cosa son los Nobel científicos (Física, Química, etc,) y otros los Nobel políticos, como los llamo yo. Los que piensen que los Nobel de la Paz y de Economía (y hasta el de Literatura en algunos casos) no son premios sesgados no se han fijado bien. Estos premios son consecuencia en muchos casos de presiones políticas, es en estos premios donde se suelen prodiucir «errores». Está bien claro que en donde entra la política entra la arbitrariedad y, porqué no decirlo, el juego sucio.

  6. «el mundo hoy en día es más pequeño y más seguro »
    ¿Estás seguro de eso, pequeño?
    Desde luego es más pequeño. Lástima, con esto y con la tele, los lugares remotos ya nos son lo que eran; ya no puedes perderte ni en lo más recóndito de la selva o de los desiertos de hielo o arena sin encontrarte con un teléfono móvil, una radio o cualquier otro cachivache moderno (cosas de la globalización, en el peor sentido, que esos mismos aparatos han traído).
    Pero lo de más seguro…permíteme que lo ponga en duda.

    1. Pues yo creo que el mundo es infinitamente mas seguro hoy que hace cien años, y ya no digamos que hace quinientos, mil o cien mil años. Vamos, ni punto de comparación.

      Desde que aquel valiente marino Vasco la rodease por primera vez, nuestra pequeña bolita de lodo se ha ido haciendo cada vez más y más accesible y más y más segura. Gracias al móvil o al GPS o a cualquier otro «cachivache moderno», aunque te pierdas en el Sahara, o en la selva amazónica o en medio del océano Atlántico, tienes posibilidades de ser encontrado y, por lo tanto, de sobrevivir.

      Esas tres cosas, la tecnología, la pequeñez de la Tierra, y la seguridad, vienen de la mano: ¿Una desgracia? No creo que sea una desgracia que la gente que no se pueda permitir un viaje aprenda, a través del televisor, cómo viven sus semejantes del otro lado del mundo. ¿Los lugares lejanos ya no son lo que eran? Debe ser muy romántico ser como Antonio de Magdalenta y desentrañar los misterios milenarios de una selva recóndita, pero es muy egoísta pensar que los descubrimientos van a durar siempre, ahora la gente que se lo pueda permitir puede viajar y ver y comprender, y eso no tiene nada de malo, a pesar de que, evidentemente, no todos vamos a poder vivir las aventuras de los exploradores y conquistadores del siglo XVI.

      1. Los viajes de exploración no fueron nada románticos para quienes los sufrieron. Pasaron incontables penalidades para descubrir nuevas tierras a beneficio del futuro, es decir de nosotros.
        Como dice el refrán, «cualquier tiempo pasado fue mejor», y no porque sea cierto sino porque idealizamos el pasado, olvidando incluso las penas que pasamos nosotros mismos. Cualquiera que tenga unos cuantos años no tiene más que recordar su vida para darme la razón: ¡seguro que las cosas que más recuerda son las buenas y casi ha olvidado las malas! Es un mecanismo de defensa, pero que hace que recordemos el pasado como un tiempo mejor que el presente… porque olvidamos los apuros ya pasados.
        A nivel histórico ocurre lo mismo. Nos parece que aquellos tiempos eran más sencillos, pero para quienes los padecieron no fue así; cualquiera de nuestros antepasados envidiaría nuestra posición. Por ejemplo, poder comunicarse con los seres queridos en cualquier parte del mundo en cuestión de segundos; o saber lo que les pasa, bueno o malo.

      2. Entiendo, entiendo, y estoy de acuerdo, Cabezón, yo mismo intento, al estudiar historia, no caer en el idealismo facil (estos eran malos y esos otros buenos), cosa que no te dejan demasiado facil los libros de texto de hoy en dia. 🙁

        Mi mensaje anterior tiene ese tono por que en cierto modo es una respuesta a todos esos «mochileros» que viajan en avión y se alojan en hoteles y tienen todas las comodidades, pero luego «reniegan» de ser turistas, esa gente que dice frases del tipo «los lugares lejanos ya no son lo que eran», y me fastidia, por que, evidentemente, en el pasado las pasaban canutas y sufrían para recorrer cuarentamil cochinas millas. Eran exploradores de verdad.
        Estoy seguro de que si yo, hoy, hiciese un viaje en una nao, en un paquebote o en una balandra árabe, me moríria a los pocos días. ¡Sóy débil y quebradizo!

        Quería darle un toque irónico a la última frase aquel mensaje, pero me temo que no lo conseguí.

        Con lo que no estoy de acuerdo es con que los viajes de exploración no eran románticos para lo hombres que los vivieron. Yo creo que si lo eran; el romanticismo, la búsqueda de aventura, de ver, de concoer, de visitar mundos exóticos, y conseguir oro y hacer fortuna era lo que movía a aquellas gentes.
        Un astronauta no viaja a la luna solo por medrar en su carrera (aunque alguno habrá), también tienen ciertos sentimientos románticos sobre la exploración espacial, sobre la aventura y, ¿por qué no decirlo? sobre la gloria.

        Esa curiosidad que nos mueve a ver lo diferente debe ser otro mecanismo de supervivencia de la especie. Somos exploradores por naturaleza. ¡Ah, el determinismo!

  7. Estupendo el artículo, como han dicho todos los demás (incluso el del «cabronazo jajaja). Muy buenas las reflexiones…además, ya veremos qué impacto tienen en nosotros. No sé dónde ví pasar que es la primera vez que en relaciones interpersonales interfiere otra relación interpersonal a distancia: estás conversando con alguien y tachán, el móvil, interrumpimos la conversación (o no) y atendemos la llamada…

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Por maikelnai, publicado el 23 octubre, 2009
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