De cómo Google nos hace más listos

Por , el 20 enero, 2009. Categoría(s): Educación/Opinión ✎ 30

Nuestras mentes están siendo atacadas. Carl Zimmer (autor del post en Discover Magazine en el que baso este texto) hace referencia a un artículo publicado el año pasado en la web The Atlantic, en el que el autor, Nicholas Carr, se preguntaba si Google no nos estaría haciendo más estúpidos. La idea de este artículo era que los «abrevia2» mensajes de texto SMS que enviamos pulgar en ristre, nos hacen cada vez más analfabetos. Además, los blogs nos hacen más ordinarios, y Youtube nos vuelve superficiales. Carr sostenía que Internet estaba dañando nuestros cerebros, robándonos los recuerdos y el pensamiento profundo. “A medida que hemos comenzado a confiar a nuestros ordenadores para mediar con nuestro entendimiento del mundo, nuestra propia inteligencia va quedando aplastada por la inteligencia artificial”. En pocas palabras: Internet (o Google, como símbolo prominente de la red) nos embrutece.

Afortunadamente, los últimos trabajos científicos desmontan un poco las teorías de agoreros como Nicholas Carr, y las conclusiones – para nuestro bien – son mucho más positivas. Por ejemplo, el lingüista inglés David Crystal demuestra que los peligros que esperan a los chavales que usan el lenguaje SMS son simplemente leyendas urbanas. Contra lo que cabía esperar esto no conduce a fallos en el deletreo sino que “en realidad mejora la alfabetización puesto que impulsa la práctica de la lectura y la escritura”. Ciertamente, cuando los que nos acercamos a la cuarentena éramos niños, la actividad de lectura y escritura se limitaba casi exclusivamente a las tareas escolares. Sin embargo un adolescente de ahora se pasa el día leyendo/escibiendo textos a través de ordenadores, teléfonos móviles y demás gadgets.

Y además está el concepto de la mente extendida, creado en 1998 (más o menos cuando nació Google) por los filósofos, Andy Clark (Universidad de Edimburgo) y David Chalmers (Universidad Nacional de Australia), los cuales publicaron sus ideas en forma de breve ensayo en la revista Analysis. En este trabajo, los filósofos se hacían una simple pregunta: ¿Dónde acaba la mente y comienza el resto del mundo?. La mayoría de la gente respondería: “En el cráneo”, pero Clark y Chalmers intentaron convencer a sus lectores de que la mente no es simplemente el producto de las neuronas cerebrales, encerrada entre las paredes óseas del cráneo, sino que en realidad era algo más… un sistema formado por el cerebro y otras partes de su entorno.

Clark y Chalmers piden a sus lectores que imaginen a una mujer llamada Inga. Un amigo le comenta a Inga que hay una exposición interesante en el Museo de Arte Moderno de Nueva York. Ella decide ir a echar un vistazo, piensa durante un momento, recuerda que el MOMA está en la calle 53 y comienza a caminar en esa dirección. Accede a su creencia de que el MOMA está en esa calle del lugar de su cerebro en el que ese recuerdo quedó almacenado. Ahora imaginad a un hombre llamado Otto que sufre de Alzheimer. Su memoria está dañada, por lo que lleva con el una libreta en la que escribe detalles importantes. Como Inga, Otto oye hablar de la exposición en el museo. Como no puede acceder a la dirección en su cerebro, busca los datos en su libreta y luego se encamina en la misma dirección que Inga.

Según la visión de Clark y Chalmers, el “recuerdo asentado en el cerebro” de Inga y la libreta de Otto son fundamentalmente iguales. La mente de Inga simplemente accede a información almacenada en su cerebro, mientras que la mente de Otto se guía por la información de su libreta. En otras palabras, la libreta de Otto es parte de su mente extendida. No importa demasiado que Otto use su libreta de tanto en tanto. Después de todo, Inga tampoco extrae el recuerdo de la dirección del MOMA de su consciencia a todas horas. Clark y Chalmer concluye que en realidad la gente es más parecida a Otto que a Inga. Todos tenemos mentes que se extienden hacia su entorno.

Once años después, estas ideas siguen provocando fieros debates entre filósofos, psicólogos y neurocientíficos. No cabe duda que el concepto de la mente extendida es extraño. Una de las razones para la extrañeza que provoca es que nuestra mente se siente como si realmente fuese auto-contenida. De forma innata creemos por ejemplo que cuando recorremos una calle vamos filmando continuamente una película detallada de nuestro alrededor, y usando esa película mental para decidir qué es lo próximo que haremos. Pero como otras muchas creencias que albergamos sobre nosotros mismos, esta película es una ilusión. Nuestra consciencia está, de hecho, notablemente limitada.

Una de las demostraciones más espectaculares de nuestro grado de inconsciencia fue la llevada a cabo por el psicólogo Daniel Simons de la Universidad de Illinois y Christopher Chabris de la Universidad de Harvard. Estos científicos mostraron a los sujetos participantes en el experimento un vídeo en el que los estudiantes (divididos en dos equipos, según el color del pantalón) se pasaban una pelota de baloncesto mientras se movían por la cancha. Se pedía a los espectadores que contasen el número de pases dados por los miembros de uno de los dos equipos. En medio del partido, aparecía un estudiante vestido de gorila en escena, pero muchos de los “concentrados” espectadores afirmaron no haberlo visto; simplemente su cerebro descartó al gorila por ser algo extraño.

Nuestro cerebro no realiza una replica perfecta del mundo a nuestro alrededor, en vez de eso centra su atención en datos aislados, moviendo nuestros ojos erráticos de un punto a otro. Solo extraemos la información que necesitamos para la tarea que estamos realizando en ese momento, bien sea separar la ropa de la lavadora, o ascender a una montaña.

Es impactante descubrir que usamos muy poca información en el proceso. Dana Ballard, informática de la Universidad de Texas, desarrolló un juego de ordenador destinado a medir esa cantidad de información. En el juego, mostraba al sujeto participante un patrón de bloques de colores en la esquina superior izquierda del monitor. Luego les pedía que construyeran un patrón similar en la esquina inferior izquierda. Para hacer eso, los participantes tenían que recoger uno a uno (de un repositorio de bloques ubicado en la esquina inferior derecha), los bloques adecuados con el ratón. Durante el proceso Ballard, que seguía el movimiento de ojos de los participantes, descubrió que los jugadores observaban el modelo arriba a la izquierda antes de coger un bloque, y luego volvían a mirar el modelo para colocar el boque capturado. Su experimento sugiere que a cada vistazo, los jugadores almacenaban solo un pedazo simple de información. Con el primer vistazo se elegía el color del bloque a seleccionar, el segundo apuntaba su posición en el modelo. En lugar de tratar de hacerse una imagen detallada del conjunto de bloques, los participantes extraían solo pequeñas porciones de información en base a sus necesidades de conocimiento.

Clark cree que los sujetos del experimento de Ballard hicieron del patrón de bloques parte de su mente extendida. Se convirtió en un almacén de conocimiento en el que podían adentrarse, un repositorio externo de información. Es como si Inga no recordase en realidad la dirección del MOMA sino el número de página de la libreta en la que la había escrito. Nuestra memoria alberga una gran cantidad de información, pero la mente extendida se mueve sutilmente entre fuentes internas y externas, mostrando poca consideración por el lugar del que procede la información.

Nuestra mente hace algo más que alimentarse de información, por supuesto. También toma decisiones y envía órdenes, las cuales ciertamente no se quedan en el interior de nuestra mente. En el juego de la construcción de bloques, por ejemplo, algunas órdenes van hacia las neuronas de las manos para que muevan el ratón. Pero nuestros cerebros no hacen una réplica mental de nuestras manos y del ratón sobre la mesa para calcular el punto al que necesitamos mover el puntero del ratón. Nuestras manos y ojos envían señales constantemente al cerebro, y esa retroalimentación altera las señales que este devuelve. La mano, el ojo y el cerebro forman parte del mismo sistema.

Lo que es aún más notable de nuestros cerebros es que en realidad buscan nuevas cosas con las que expandir ese sistema de retroalimentación. Imagina que estás introduciendo un palo en la madriguera de un animal. A medida que mueves el palo, eres consciente de lo que está tocando el final del palo, no del extremo que sostienes con la mano. Esta especie de sensación extendida parece ser resultado de una reorganización del cerebro. Los científicos han descubierto que cuando los monos de laboratorio emplean cinco minutos aprendiendo a usar un rastrillo, algunas de las neuronas de sus manos comienzan a comportarse de una forma nueva. Empiezan a emitir señales en respuesta a los estímulos del final del rastrillo, no de la propia mano del mono. Otras neuronas, en el cerebro, responden a cosas que «parecen» quedar al alcance del brazo. Entrenar a los monos en el uso del rastrillo parece causar un cambio en estas neuronas cerebrales, las cuales reaccionan a los objetos que quedan al alcance del rastrillo, y no al alcance de su brazo.

Reconozco que el tema me resulta fascinante de un modo personal, porque como usuario intensivo de la red me he sentido identificado (y atacado) por las tesis de Nicholas Carr, que llegaron a causarme cierta preocupación cuando en su día leí cosas como esta. Es cierto que Internet lo ha cambiado todo; a veces pienso que mi cerebro se ha adaptado al procesamiento de temas por “palabras clave” – keywords – para sacarle más rendimiento a Google cuando busco los textos o webs que necesito en cada momento. Yo no suelo usar herramientas como Delicious (repositorios de enlaces interesantes), porque hasta ahora no he tenido demasiados problemas en volver a encontrar con Google aquellos artículos que me impactaron cuando los leí hace varios meses. Reconozco que esto me tranquiliza cuando me ataca el miedo a estar perdiendo memoria. También he dejado de recordar los números de teléfono personales (apenas recuerdo el de mi móvil y el del fijo de casa) porque ahora el teléfono es una perfecta herramienta de memorización. Al principio pensaba en efecto, que con todas estas facilidades mi memoria llegaría a atrofiarse por la falta de práctica en actividades que antes eran habituales (de ahí que tradujera cosas como esta). Sin embargo, nunca como ahora mi mente ha manejado ingentes cantidades de información de forma tan rápida y precisa, de hecho gracias a Internet leo y escribo más que nunca.

Personalmente a mi (o a mi consciencia), la idea de considerar a Inernet/Google como una fuente externa de mi “mente extendida”, no me produce ninguna clase de rechazo… hasta simpatizo con ella. ¿Será este el primer paso hacia el transhumanismo? Tal vez…

Si me preguntas si Google me ha idiotizado o me ha hecho más inteligente, te respondería que me ha hecho la vida más cómoda y agradable gracias a las nuevas posibilidades de acceso al conocimiento que me ha brindado. ¿Soy más tonto por poder acceder fácilmente al saber sin necesidad de acudir a la biblioteca? Lo dudo mucho, pero espera, antes de contestarte… voy a buscar la respuesta en Google 😉

Fuente: Blog de Carl Zimmer en Discover Magazine (Artículo: How Google Is Making Us Smarter)

Crédito imagen Litandmore



30 Comentarios

  1. Muy, muy interesante esta entrada. Lo de los mensaje de texto y como las nuevas generaciones leen mucho más que las anteriores ya lo escuché de mi profesor de Lingüistica en primero de carrera. Pero lo de la mente extendida no lo había leído nunca. Me ha parecido interesantisimo y coincido bastante con esa idea.
    Yo también creo (y espero) que Internet no nos estupidice, porque con la cantidad de horas que paso navegando… 😛
    Un saludo, especialmente a aquellos que encuentran en internet esa fuente inagotable de diversión, conocimiento y curiosidades.

  2. «¿Soy más tonto por poder acceder fácilmente al saber sin necesidad de acudir a la biblioteca? »

    No pero tal vez te hace un poco más holgazán..

  3. Que obtener cierta información cueste menos trabajo, no significa que sea menos provechosa intelectualmente.

    No recuerdo dónde leí que con el surgimiento de la escritura, algunos intelectuales de la Antigüedad se sintieron alarmados: pensaban que, al tener el conocimiento anotado en un soporte, la gente dejaría de utilizar la memoria y se volvería más tonta.
    Intentaré averiguar de dónde he sacado la anécdota, creo que de un libro de Umberto Eco. A ver qué opina Google 😉

    Una entrada muy interesante, por cierto.

  4. Y gracias también a vosotras, Lisérgica y Almudena. Esta es la típica entrada que sabes que no tendrá mucho seguimiento en sitios «populares» como Menéane, pero que haces porque el tema te apasiona. Me lo he pasado teta escribiendo, traduciendo y sacando mis propias conclusiones 😀

  5. felicitaciones por este post. Me gustaria que hicieras uno sobre «numenta», parece que están consiguiendo cosas espectaculares y puede que dentro de poco escuchemos hablar mucho de ellos cuando empiecen a aplicar sus descubrimientos. No necesito dar mas datos sobre numenta porque esta todo en la red 😉

  6. Coincido con Drecik y con todos los que han alabado este post.

    Creo que, además de una temática muy interesante, te ha queado muy «redondo».

    Muchas gracias por un rato de agradable lectura.

  7. saludos y felicidades por el blog. lo sigo con bastante asiduidad desde hace tiempo, aunque no suelo comentar.

    una vez, mi profesor de audiovisuales nos puso el video del gorila en una clase de audiovisuales en el instituto.. después de verlo, el profesor nos preguntó a todos si habiamos visto algo raro. nadie dijo nada. tras preguntarnos por lo mismo, por el número de pases, nos contó lo del gorila. fue ACOJONANTE. nos puso de nuevo el video y nos quedamos atónitos al ver a un gorila que se movía, saludaba y danzaba entre los equipos. nos pareció increible no habernos percatado de ello.

    alguien sabe de alguna fuente donde localizar ese video? gracias.

  8. Pues no te digo yo que no…me gusta la idea esa de la «mente extendida»…de echo el blog que llevo, en realidad si me lo paro a pensar, no es mas que una serie de cosas que me interesan y que voy organizando y almacenando en la red…¿para que otros la puedan consultar…?, si claro, pero también porque son como las anotaciones de Otto, cosas que quiero recordar y tener a mano…supongo que de eso trata, de tener en esa «nube» toda la información que nos interesa, música, vídeos, documentos…siempre accesible (hasta que el proveedor de turno te corte la conexión por haberte bajado el ultimo disco de los chunguitos)…que vendría a ser como el Alzheimer en su estado final.

  9. Muy interesante el post.

    En realidad, no creo que nos haga (La Red) más listos o tontos. Es como otros herramientas que siempre han estado ahí (Como la libreta del ejemplo). Todo depende del uso que se le den.

  10. ¿Y no sera que con Google tenemos mas conocimiento que antes? Al tener acceso a mucha mas información que sin Internet, la aprovechamos y buscamos cualquier cosa que no entendamos o que nos interese, y que quizas no hubieramos aprendido de no existir Internet. Y de todo lo nuevo que miramos, yo estoy seguro que mucho se queda en la memoria. Si no, ¿como ibamos despues a comentarles a los amigos el articulo que hemos leido?

  11. Buenísimo, este post!

    @ Almudena:
    El conocimiento de los celtas (guardado por los druidas) sólo se transmitía oralmente, nunca lo escribían.
    Es que al guardar todo de memoria, todos esos conocimientos mantenían una aura de misterio y magia, por la memoria ser algo intangible. Mientras que al escribir, toda esa magia se hacía material y «sucia».
    Pero bueno, al final también tenían sus formas de extender la memoria, usando por ejemplo los árboles y los símbolos del ogham para guardar conceptos. O sea, una forma diferente de escrita, con la naturaleza como papel y tinta 🙂

  12. El debate siempre es el mismo, tecnófobos contra el resto, el miedo a la tecnología por parte de algunos «iluminados» hace que digan muchas tonterías.

    Por cierto, encadenando una cosa con otra me acordé del lenguaje sms de la antigua Roma, si es que no hay nada nuevo inventado.

    La inscripción reza así:

    D M S
    D STATOR
    IO PRINC
    IP IET FELICI L
    IB FORTVNA
    TVS EXSAC
    TOR

    Con las inscripciones romanas ocurre un poco lo que con ese peculiar lenguaje de los mensajes por teléfono móvil: por razones de economía de espacio o de dinero, muchas veces no se escriben las palabras completas sino que se emplean abreviaturas que se estandarizan a lo largo y ancho del imperio [continua en Quotidianum]

  13. Hola.
    Te leo siempre y desde hace bastante. He recomendado tu página en muchos sitios y he votado por este blog. Pero nunca comento.
    Ahora lo hago para felicitarte por esta entrada especialmente, que considero la más interesante, quizá porque me atañe más de cerca, de las que has puesto desde hace tiempo.
    Enhorabuena y gracias

  14. Me sumo a las alabanzas previas, un post de clase magistral 🙂

    Que suerte tienes de acordarte más o menos de lo que te interesa, si a mi me pasara igual, recordaría dónde leí un artículo estupendo relacionado con el tema y que planteaba algo interesante: nunca se ha expandido tanto como ahora la comunicación no presencial en tiempo real y se investigaba como afectaría a la evolución del cerebro. Recuerdo uno de los ejemplos, como la dispersión de la atención si estás hablando con alguien y atiendes a una llamada del móvil. La hipótesis era que ganaríamos agilidad mental y capacidad multitarea. Siento no haber hecho una chuleta, pero vete a saber dónde lo ví. Si a alguien le suena, que dé pistas, por favor 😉

  15. Muy buen artículo.
    En lo personal yo también estoy mas que aburrida que digan que es malo estar tantas horas en Internet pero estar sentado mirando la tv no. Yo tengo mas de 2 años que no veo tv ya que todo lo que requiero esta en Internet, las noticias están a mi gusto, leo los temas que a mi me gustan, busco la información que yo quiero, no tengo la impresion que me están manipulando. Creo que mi cerebro aprende mucho mas rápido a almacenar la información y a dominar temas que quizás antes no podía. Desde mi punto de vista Internet no me hace idiota, Internet me hace ser lo que yo quiero ser, claro esta que en YouTube hay vídeos de basura que la verdad no se como pueden estar allí. Pero también es cierto que hay mucha información que puede ser accesible para cualquier publico. Internet es como el camino que le damos a nuestra vida, todo depende de como lo usas y para que lo usas. En lo personal prefiero leer tu blog y opinar de esta manera que sentarme y ver un programa idiota en la tv que no me es útil.

  16. Como el trackback no llegó aquí, me permito poner un link manualmente. Ayer presenté a los lectores del blog científico alemán, ciberaBlog, tu interesante respuesta a las teorías de Carr:

    Miguel Artime: Wie Google uns immer schlauer macht.

    Gracias por el estupendo trabajo. Como escribí ayer: tu texto es una de las mejores reacciones al hasta ahora muy discutido artículo »Is Google Making Us Stupid?«. Tienes toda la razón: Es al contrario: Google nos hace mas listo, si sabemos aplicarlo. 😉

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Por maikelnai, publicado el 20 enero, 2009
Categoría(s): Educación/Opinión