Imagina, París, 1900… durante los juegos olímpicos organizados (es un decir, la crónica popular los tacha de desastre total) en la capital francesa, los remeros holandeses Roelof Klein y Francois Brandt descubren horrorizados que su timonel, seguramente enamorado de la fantástica nouvelle cuisine gala, excede el peso reglamentario.

Los remeros, que a pesar de no ser españoles parece que eran estupendos en el noble arte de la improvisación, le piden amablemente ayuda a un niño que encuentran por las calles parisinas (y que según la crónica pesaba unos 33 kilos y tenía una edad indeterminada entre los 7 y los 10 años) para que les guiara durante la regata en el Río Sena. El niño accede y luego sucede lo impensable, la pareja holandesa y el joven y desconocido timonel francés ganan la carrera.

El chico acude a la ceremonia y recoge su premio, que por aquellos tiempos no consistía en una medalla de oro, sino en pitilleras y otros artículos chics, y después se pierde para siempre por las mismas calles en las que le habían encontrado.

Nada se ha vuelto a saber (ni siquiera el nombre) de aquel desconocido timonel, cuya edad algunos historiadores como el holandés Tony Bijker – que fue quien descubrió esta increíble historia – ponen en duda, estimándola en realidad entre los 12 y los 14, pero lo cierto es que hasta el momento y según los datos oficiales de los Juegos Olímpicos, sigue siendo el laureado más joven de la historia.

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